lunes, 7 de enero de 2008

EL TEMPLE DEL ACERO


Una de las historias que nos contaba mi viejo, me quedo grabada a fuego.
Como siempre, ponía en su relato emoción y pasión. Sus gestos, a veces un poco teatrales, contribuían para que estas historias quedaran incorporadas en nuestra imaginación infantil de manera indeleble.

La historia de las dos espadas.

Decía más o menos así:

Había una vez dos reyes muy poderosos, que se enfrentaron con sus ejércitos.
Estos eran numerosos y bien armados por igual, preparados para la batalla.
Cuando los reyes comprendieron que el enfrentamiento militar seria infructuoso, dado que terminarían destruyéndose mutuamente, decidieron dirimir la disputa en un duelo singular.

Cada uno de ellos mostraría la fuerza de su espada.

Aquel que no lograra pasar la prueba, se sometería al otro.
Frente a las tropas reunidas, cada uno mostró de lo que eran capaces sus refulgentes armas.

El primero hizo traer una gruesa barra de hierro, y de un tremendo mandoble, la corto en dos.
La dureza y la potencia, la fuerza descomunal estaban con el.

El segundo se presento al duelo con una pieza de seda.
La arrojo al aire.
La delicada tela fue cortada limpiamente al medio mientras caía suavemente, con un certero golpe de la afiladísima espada.

Ante esto, los reyes, en lugar de combatirse mutuamente, decidieron unirse.
Ahora si que serian poderosos.

La fuerza y la sutileza, la potencia y la delicadeza, serian, juntas, invencibles.

No hay comentarios: