martes, 11 de diciembre de 2007

LA PUERTA




En alguna de las más angustiosas horas del exilio, pasaba a veces largísimos momentos mirando esa puerta, que daba a una piecita del fondo, en el taller que tenia sobre la avenida Th. Verhaegen, en Bruselas.
Esta pequeña habitación tenia dos ventanas grandes.
En los atardeceres tristones del invierno, cuando había algo de sol, lo que ya era decir bastante, las ultimas luces resplandecian sobre ella.
Nunca supe con certeza porque me obsesionaba, pero creo que era un símbolo poderoso.
Una puerta siempre es un símbolo, aunque nos parezca algo muchas veces más que banal.
Irse de allí, cambiar, huir de ese destino de soledad y lejanía, volver a la luz.
Al menos, a lo que uno se imaginaba que debía ser la luz…







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